
El pasado día 17 de noviembre, hemos conocido el fatal desenlace del proyecto de lanzamiento de satélite español INGENIO para la observación de la Tierra, que iba a ser lanzado ese mismo día a la atmósfera, transportado por el cohete VEGA, que era el encargado de poner la misión en órbita.
El satélite Ingenio, el mayor proyecto civil de la industria espacial española, ha sido una misión financiada por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) del Ministerio de Ciencia e Innovación, con un coste aproximado de 200 millones de euros. La ESA fue la responsable de llevar a cabo el proyecto.
El también llamado SEOSAT tenía por objetivo tomar imágenes de alta resolución de la superficie terrestre con el territorio español como zona prioritaria. Las capturas resultarían útiles para la agricultura al permitir conocer el estado de las cosechas. También permitirían observar avances en la desertificación o ver efectos del cambio climático.
La misión iba a tener una duración de siete años ampliables a diez. España sería el principal beneficiario de los datos que recogiera el satélite durante este tiempo, tanto a nivel gubernamental como por parte de empresas comerciales y usuarios civiles.
La anomalía ha ocurrido después del primer encendido del motor de la última etapa del cohete. El satélite TARANIS del Centro Nacional de Estudios Espaciales francés (CNES) también viajaba a bordo del aparato. Al parecer, transcurridos unos minutos desde su lanzamiento, la trayectoria del aparato se ha desviado de su ruta proyectada, lo que ha supuesto su pérdida total; y por consiguiente, el fin prematuro y no planificado del proyecto, sin haberse alcanzado los objetivos que se habían definido para esta ambiciosa misión. En el vídeo del siguiente enlace se aporta una primera explicación sobre las causas del desastre.
Las investigaciones de lo sucedido y las causas que pueden haber ocasionado este fatal desenlace van a ser realizadas por una comisión de investigación formada por Arianspace y la Agencia Espacial Europea (ESA).
Aunque habrá que esperar a que se realice la pertinente investigación por parte de esta comisión de investigación, poder dilucidar las causas, todo parece indicar que puede haberse tratado de un error humano, relacionado supuestamente con una incorrecta instalación del cableado en el sistema de control del cohete VEGA.
Al parecer, el fallo se produjo por dos cables cruzados durante la fabricación del lanzador. El resultado son 200 millones de euros literalmente destruidos y un gran esfuerzo y trabajo lamentablemente desperdiciados.
Responsables de la ESA y Arianespace comparecieron en el complejo espacial de Kourou para anunciar la formación de una comisión de investigación independiente que aclare lo ocurrido. La empresa detalló que, según los primeros datos preliminares, hubo un fallo en la conexión de los cables en el sistema de control durante la etapa de «producción» del lanzador, fabricado por Avio en Italia. El director ejecutivo de la compañía, Stéphane Israël, agregó que la anomalía se produjo por «una serie de errores humanos y no por una cuestión de diseño» del cohete. «Nos disculpamos profundamente con nuestros clientes», dijo previamente.
Aunque el proyecto instrumental se haya perdido, desde el CDTI remarcaron que el objetivo principal, demostrar que la industria española tiene la capacitación tecnológica para liderar proyectos espaciales al 100%, «sí se ha conseguido». Gracias a INGENIO, por ejemplo, la industria nacional ha logrado otro contrato, de 380 millones de euros, para desarrollar un nuevo proyecto satelital bajo el programa Copérnico de la UE. «España está decidida a liderar el espacio y existen situaciones de riesgo que no se pueden evitar, porque la ciencia y la tecnología no son infalibles», aseguraron. En la misma línea se manifestó Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación, quien lamentó en Twitter la pérdida de la misión pero valoró las tecnologías que se han desarrollado durante el proyecto.
Cualquier proyecto multidisciplinar y de características suficientemente complejas, como el caso del proyecto INGENIO, requiere de aplicar para su desarrollo la metodología AMFE o PFMA (en inglés), con el fin de asegurar que el proyecto se lleve a buen término en las mejores condiciones y eliminando los riesgos implícitos al mismo.
El AMFE, o Análisis de Modos de Fallo y Efectos es una metodología que nos ayuda a estimar y predecir los fallos que puede tener un producto que está en fase de diseño, con la finalidad de incorporar, desde el inicio, los componentes y funciones del producto que garanticen su fiabilidad, seguridad y el cumplimiento de los parámetros de las funciones que los clientes exigirán de ese nuevo producto.
AMFE ayuda a reducir el tiempo y el coste del desarrollo de un producto, proceso o servicio. Ayuda en el análisis preventivo de los fallos potenciales más probables que puede tener un producto, sus sistemas o una funcionalidad de éste. La ocurrencia de fallos genera una serie de sobre costes en el producto como pueden ser pérdida de rendimiento o la parada imprevista de cualquiera de las funciones del producto diseñado o analizado, ocasionando reclamaciones de los clientes.
De forma más específica AMFE tiene como objetivos:
- Reducir los plazos y aumentar la eficacia de los proyectos de desarrollo de nuevos productos y mejorar los productos actuales, porque predice cuáles pueden ser los fallos potenciales que se pueden producir en un futuro, en la fabricación o durante las operaciones, simulando durante el diseño las causas probables de los modos de fallos y cuáles pueden ser las acciones correctivas.
- Analizar y evaluar la eficacia de las acciones adoptadas, establecer un proceso de mejora continua alrededor de la mejora de la calidad de los productos.
- Familiarizar y educar al personal en el trabajo en equipo durante el diseño, con el fin de que sean ellos mismos quienes prevean los fallos, identifiquen las causas probables, propongan acciones preventivas en el diseño y valoren los resultados en fases posteriores al diseño.
Muchos recordamos uno de los sucesos más dramáticos, sino el que más, de la historia aeroespacial a nivel mundial, que fue el suceso acontecido con el transbordador espacial CHALLENGER, que se desintegró literalmente en el espacio el 28 de enero de 1986, cuando se disponía a iniciar la que sería su décima misión estelar. En este accidente, perecieron sus siete tripulantes transcurridos tan sólo 73 segundos después de su lanzamiento, con la añadidura de que el lanzamiento se emitía en directo y que, por tanto, el desgraciado desenlace fue presenciado por millones de telespectadores.
Las investigaciones del accidente, en este caso, arrojaron como causa del accidente a que fue una junta tórica de su cohete impulsor (SRB) derecho la que falló en su función de estanqueidad.
Las juntas fallaron debido principalmente a la sobrecompresión repetida durante el montaje y que las bajas temperaturas agravaron aún más. Esta anomalía fue advertida por los ingenieros de Morton Thiokol, los fabricantes de las partes del impulsor, aplicando el procedimiento AMFE mencionado anteriormente; se advirtió a la NASA, pero por presión de la misma NASA los ingenieros de Morton Thiokol cedieron y autorizaron el despegue.
La investigación posterior realizada por la NASA había estimado las probabilidades de un accidente catastrófico durante el lanzamiento (el momento más peligroso del vuelo espacial) en una proporción de 1 a 438, en base a la sistemática exigida por el procedimiento del AMFE.
Esta investigación posterior concluyó, además, una serie de errores cometidos durante la fase de ejecución del proyecto, lo cual supuso que se revisasen los criterios hasta ese momento establecidos y permitidos en los procedimientos AMFE, para hacerlos a partir de entonces, más restrictivos y por tanto menos permisivos, en caso de detectarse riesgos de accidente importantes, independientemente de que la probabilidad de ocurrencia fuera muy baja, teniendo en cuenta, que las consecuencias de ese riesgo, por poco probable que fuera, podrían ser muy elevadas, como sucedió en el caso del transbordador CHALLENGER.
Si extrapolamos el caso del transbordador CHALLENGER a lo acontecido recientemente con el satélite INGENIO, hemos de esperar a conocer los resultados de las investigaciones, que deberían arrojar mayor luz y claridad a las causas que pueden haber ocasionado su pérdida en el espacio, ya sea por que no se haya aplicado correctamente el procedimiento AMFE, ya sea porque no se hayan ejecutado de manera exhaustiva las recomendaciones y acciones planteadas por los ingenieros, para eliminar los riesgos.
Carlos Marco
ExceLence Management